[La Segunda] Entrevista a Francisca Cortés Solari

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Francisca Cortés Solari, filántropa
“Lo que tengo es una bendición para estar tranquila y volcar mi energía a la sociedad”

La heredera del mayor grupo de retail de Latinoamérica admite que su fortuna le permitió contribuir a través de dos fundaciones: Caserta y MERI. Habla de su lucha ecológica, y cuenta su historia familiar como “una niña problema, con muy mala autoestima”.

Ni la oveja negra ni blanca. “Soy la oveja verde”, sostiene Francisca Cortés Solari, una de las herederas del mayor grupo empresarial del retail en Chile y que, no obstante, confiesa en esta entrevista que prefiere la ropa usada para disminuir su huella de carbono.

“No soy consumidora, para nada. Nunca ha sido mi tema; de hecho, me encanta saber que tengo ropa que uso desde hace más de 20 años, incluso blusas que eran de mi abuela (Eliana Falabella). Mi mamá (Teresa Solari) me regaló unas chaquetas que ya no le quedan y yo feliz, chocha, tanto que las llevé a la COP 26”, cuenta sobre su viaje a Glasgow, Escocia, en noviembre pasado. Aquí la filántropa fue parte de la inauguración del primer panel del IPCC (el grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático) sobre salud y medioambiente, organizado por la Fundación Príncipe Alberto de Mónaco, el Centro Científico de Mónaco y la Fundación MERI, creada en 2012 por los Cortés Solari y por la que ha recibido una serie de reconocimientos, el más reciente, como una de las 100 líderes de América más comprometidas por la acción climática, según la organización sin fines de lucro Sachama.

A Chile, Cortés Solari regresó tras algunas semanas en Miami, para pasar las fiestas de fin de año y participar de la liberación de tres cóndores (el martes 21de diciembre) en Lagunillas , San José de Maipo, como parte del proyecto Manku, a cargo de la Reserva Elemental Likandes, Fundación MERI, Aves Chile, entre otros organismos.

“Siempre fui distinta, una niñita problema… Mira, me diagnosticaron todo, que tenía dislexia, hiperquinesia… En el fondo me crearon esa realidad. Más encima estaba en un colegio Opus Dei y no lo pasaba nada de bien; era fregado porque la familia tenía que ser muy católica y mi mamá no iba a misa porque se dedicaba al deporte y todo ese peso recayó en mí. Un día les dije: o me sacan del colegio o hago que me echen. Ahí mi mamá tomó la decisión de cambiarme, en contra de mi padre (Francisco Cortés), y me fui a un colegio público-privado, a El Dorado en Vitacura, donde los dueños eran los mismos profesores. Ahí saqué por primera vez un promedio 6. Fui presidenta del colegio, la primera mujer y demostré ser líder”.

—Seguramente era la estudiante que más recursos económicos tenía. ¿Le afectaba de alguna manera?

A esa edad (en octavo básico) nunca entendí cuál era mi capacidad de recursos o mi posición; no me daba cuenta. Un poco más grande no quería que se supiera quién era yo, te hablo de la época en que mi abuelo y mi abuela eran los dueños de Falabella. Me sentía culpable, avergonzada. No quería que me hablaran ni preguntaran nada; trataba de pasar lo más piola posible. Cuenta que a eso de los 27 años empezaron los cuestionamientos. “Me preguntaba por qué yo, por qué tengo más que otros, por qué hay niños que mueren al año y otras personas llegan hasta los 100; por qué unos viven en malas condiciones y otros lo tienen todo. No creía que existiera alguien en el cielo diciendo tú sí y tú no. Tenía que haber algo mayor y salí a buscar las respuestas”.

—¿Con qué se encontró?

-Que lo que me llegó (su fortuna) es una bendición para que pueda estar tranquila y poder volcar toda mi energía en la sociedad. Desde muy pequeña era evidente que iba a trabajar en algo así; me encantaba estar cerca de la gente, del campo, una niñita con una gran conciencia social. Lo mismo que la motivación por el medioambiente; desde que nací me encantaban los animales…

—¿En qué consistió ese camino?

Lo más importante fue mirarme, ver qué había adentro, cuáles eran mis juicios más arraigados que no me dejaban florecer. Fui una niña problema, con muy mala autoestima; me creía fea y más encima tonta porque me llevaban al profesor de refuerzo, al psicopedagogo, etc.

Un antes y un después

Aunque lo primero, dice, fue el cambio espiritual, cuando uno de los hijos de su marido (el motociclista Jeremías Israel) fue diagnosticado con un tumor cerebral.

“Eso marcó un quiebre en mi vida. El día antes (de recibir esta noticia) salí a trotar temprano con una amiga y le decía: está todo bien en mi vida, tengo a mi marido, mis hijos, estoy feliz, en orden… Y al otro día pasa esto. Se me cayó el mundo. Mi felicidad se desarmó en un segundo. Fue un remezón tan potente que me llevó a preguntarme: ¿por qué un niño como él, con 17 años, le puede dar una enfermedad así y estar a punto de morir? Eso marcó un antes y un después para mí y Jeremías lo sabe. Su enfermedad fue un despertar de conciencia”. Emocionada, recuerda:

-El impulso fue ver cómo apoyábamos como familia. Claudio, mi marido, partió a EE.UU. con su primera señora y Jeremías. Yo me quedé con los niños acá, cuidándolos. Luego vino una etapa de mucho aprendizaje; empecé a estudiar sobre por qué se producían las enfermedades; aprendí Reiki 1, Reiki 2… Comenzó una sed espiritual, de buscar las respuestas. Nunca más paré. El 2000 ya estaba estudiando ontología del lenguaje con Julio Olalla. Me di cuenta que todos tenían problemas, también yo, aunque no sabía que tenía quiebres, no me daba cuenta…

—A lo mejor le daba culpa, considerando que nació con la vida resuelta.

-Pero lo personal no tiene nada que ver con lo espiritual, y yo era pura inseguridad. No me atrevía a levantar la mano, menos pararme en el escenario, ¡olvídalo, me desmayaba! Me sentaba en una esquinita para que no me vieran. Ahora es totalmente distinto (ríe). Mis debilidades las convertí en fortalezas.

—¿Cómo llegó al medioambiente?

-En la Fundación Meri siempre fue importante la naturaleza en la educación; confiaba en que podía provocar cambios que fueran importantes en los niños. Al principio empezamos trabajando desde el deporte, pero el 2008 lo introdujimos en el programa a la naturaleza; era importante aprender de sostenibilidad, de oficios como la apicultura, la agricultura. La naturaleza es un apoyo para que los niños aprendan mucho más rápido. Además que pasan otras cosas; el profesor se relaciona de una forma distinta con los alumnos, ellos mismos se conocen de otra manera. Es un contexto maravilloso. Al entender cómo funciona la naturaleza encuentras las respuestas, sobre todo al observar. Luego nos constituimos como Fundación para dedicarnos a la conservación, que es Meri, que promueve el desarrollo integral y sostenible a través de la ciencia y la educación. Y la fundación Caserta que tiene que ver con una educación integral del ser humano.

Francisca Cortés Solari en Primera Conferencia sobre Cambio Climático.
—Ambas se encuentran bajo el “paraguas” de Filantropía Cortés Solari. Fue criticada por ponerle su nombre…

-Eso no tiene sentido para mí; ese tipo de diferenciaciones denotan un estado limitado de conciencia: el que pone el límite está limitado. Agrega: —Para mí fue un tremendo desafío ponerle Filantropía Cortés Solari; tardé un año decidirlo. Me costó mucho porque siempre he querido pasar desapercibida, pero entendí que no teníamos nada que esconder sino que mucho que mostrar y transformarnos en un ejemplo… Pero claro, en esta crisis política y social que cruza Chile, hay una falta de confianza que afecta a todas las instituciones.

“Fue un tremendo desafío ponerle Filantropia Cortés Solari; tardé un año en tomar la decisión. Siempre he querido pasar desapercibida, pero entendí que no teníamos nada que esconder”.

—¿Cómo siente esta distinción siendo usted parte de esta élite?

-Me duele un poco… Poner a la gente que tiene dinero un estatus o un nivel, eso no debería existir. En todos estos años no ha sido fácil trabajar en filantropía. Me han criticado de un lado y del otro, entonces me pregunto: ¿de dónde soy?, ¿a dónde pertenezco, a cuál de los dos lados? Al final todos somos discriminados; yo también me he sentido así y no es justo (se emociona), pero intento no perder el foco de mi propósito. Ya son 22 años y la motivación sigue intacta.

—Muchas de estas diferenciaciones se agudizaron con el estallido social…

-Pero era algo que tenía que suceder y por lo demás no ha afectado sólo a Chile, es un fenómeno mundial. Estamos transitando hacia un nuevo paradigma, uno circular, donde nos preocupamos del ser, del nosotros. El estallido se venía venir.

—¿No la sorprendió?

-Fíjate que no. Como fundación ya veníamos anticipándonos desde el 2014. Cuando eso ocurrió dije, esto es, con la esperanza de que ocurriera algo colectivo que provocara un quiebre en la humanidad y, desde ahí, un cambio. Claro, imaginé un terremoto, un meteorito, pero nunca un estallido social o el Covid.

—Una de las consignas entonces, y una gran preocupación medioambiental es el agua, que incluso pretende ser garantizada como un derecho en la futura Constitución.

-Es el objeto de conservación más importante para la humanidad. Chile es una reserva de agua dulce, con ecosistemas únicos y debe ser abordado de manera responsable, con un estatuto jurídico que pueda garantizar el acceso para todas las personas.

—Ya son 13 años consecutivos de sequía, y el 2021 se ubica en el cuarto lugar como el más seco de nuestra historia según el Informe Hídrico de Chile que dio a conocer el MOP.

-Creo que es evidente que la crisis hídrica dejó de ser un fenómeno transitorio. Lo increíble es que aún nos sorprenda, sobre todo después de 15 años de escasez permanente y la evidencia científica en materia climática, que demuestra lamentablemente una posibilidad de no retorno. Es urgente visionar una política de adaptabilidad muchísimo más ambiciosa y acelerada para Chile. Estamos contra el tiempo y se requieren de acciones concretas en materia energética, habitacional, productiva y forestal, que nos permitan enfrentar esta urgencia.

—El retail es el responsable de cerca del 10% de las emisiones de carbono, y usted está ligada a una empresa del rubro que de hecho acaba de inaugurar una de las tiendas más grandes de la región. ¿Qué le pasa con eso?

-Lo primero que se me viene a la cabeza es honrar a mis abuelos que llegaron sin nada; heavy cómo trabajaron para crear esto… Imagínate, hace 50 años ellos eran pobres. El retail está tomando medidas, buscando maneras de compensar su huella. El retail tiene que cambiar.

“Cae de cajón que hay que dejar de consumir. Eso es lo que está pasando en el mundo; menos productos y que emitan menos carbono. Ética y moralmente no podemos hacernos los lesos”.

—¿Lo ha conversado, asesora a su familia en esta materia?

-No, no me meto en nada… pero aunque no soy parte de la gestión, sé que es la única empresa chilena que forma parte del índice mundial de sostenibilidad Dow Jones, y es porque se han enfocado en la reducción de su huella de carbono, de una buena gestión de residuos, entre otras cosas.

—Paris, competidor de Falabella, anunció una línea de ropa de segunda mano, por ejemplo…

-Claro, es un tremendo negocio. Cae de cajón que hay que dejar de consumir. Es lo que está pasando en el mundo; menos productos y que emitan menos carbono. Ética y moralmente no podemos hacernos los lesos.

—¿Qué hace en su vida cotidiana para atenuar su huella de carbono?

-Reciclar, de partida; tengo millones de ladrillos ecológicos (botellas plásticas rellenas con bolsas); y vamos a dejar los desechos al punto limpio. A los niños les digo que no tiren la cadena a cada rato, que si se lavan los dientes no dejen la llave corriendo; que la ducha sea breve. En el jardín estoy disminuyendo el riego, y estoy pensando en sacar el pasto y poner maicillo, plantar cactus y plantas nativas que necesitan menos agua. Tengo un auto híbrido. Mi diario vivir es súper hippie.